La Decisión de Lesley - Primeros capítulos

Hola chic@s, buenas tardes.

Si habéis leído "El despertar de Olivia" seguro que conocéis a Lesley. Pues bien, acabo de publicar su novela "La Decisión de Lesley" y para que os vayáis conociendo su historia os iré subiendo semanalmente una muestra de los primeros capítulos. Espero que os guste y que os animáis a seguir adentrando en sus páginas. Un abrazo enorme a tod@s. 




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Lesley vuelve de su año sabático renovada y con la intención de recuperar su relación con Olivia, su amiga del alma. Se habían conocido en la infancia y eran inseparables, pero su mala cabeza la llevó a tomar la peor decisión de su vida.
Aunque intentará por todos los medios rectificar sus errores, no le será fácil. Su carácter alocado y su impulsividad continuarán llevándola a elegir el camino equivocado.
Kendrick MacGregor dejó las Tierras Altas escocesas huyendo de las relaciones complicadas. Poseía un imán para atraer a todas las mujeres problemáticas de su alrededor. Aprovecharía su estancia en Los Ángeles para romper ese maleficio y, entretanto, se centraría en el negocio familiar: la producción de bebidas espirituosas.
Sin embargo, nada más llegar comprueba que su propósito se tambalea. Una chica morena, con el pelo rizado, mirada desafiante y aficionada a la adrenalina pone su mundo del revés.
El destino es caprichoso y no siempre da lo que le pides.
¿Sabrán apreciar el regalo que les tiene preparado?
¿Podrá el amor florecer entre la locura y la cordura?

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Capítulo 1

Lesley miraba la invitación de boda que su amiga Olivia les había enviado a sus padres. Cuando se enteró del enlace estaba en Europa, justo en la recta final de su año sabático. Le quedaban un par de países por visitar, pero las ganas de estar a su lado en una fecha tan especial la impulsaron a interrumpir su viaje y poner rumbo a casa. La esperanza de conseguir el perdón de su amiga del alma seguía viva e intacta en su corazón a pesar del tiempo transcurrido. 

Habían compartido multitud de experiencias a lo largo de sus vidas y en todas se habían apoyado mutuamente. Por eso, y a sabiendas de que había cometido un error inadmisible, no podía aceptar que Olivia solo se quedara con lo malo. No era justo, un único y fatídico fallo no debería poner fin a más de veinte años de amistad. 

Su visión se empañó por las lágrimas, provocando que las letras impresas en la invitación bailaran ante sus ojos, y tuvo que parpadear varias veces para descifrar su contenido. La ceremonia sería dentro de una semana y, pese a su tentativa fallida de esa mañana para acercar posturas, no pensaba desistir. 

Le había hecho una encerrona en el aparcamiento del lujoso edificio de su futuro marido, donde vivía desde hacía meses. Había burlado la seguridad con la intención de hablar cara a cara con Olivia, no pensaba irse de allí hasta que consiguiera decirle a su amiga todo lo que llevaba guardado en su corazón desde hacía más de un año. Sin embargo, su deseo se vio truncado por las dos desconocidas que la acompañaban, dos pelirrojas que ni siquiera la dejaron acercarse. 

Lo único que consiguió fue entregarle las postales que le había enviado a lo largo de su viaje por el mundo y que habían sido devueltas a casa de sus padres con el sello de destinatario desconocido. Albergaba la esperanza de que ese detalle ablandara a su amiga. 

Dejó la invitación en la mesa del comedor de la casa de sus padres y borró de su rostro cualquier vestigio de pena. 

Unos días después, y tras el silencio de Olivia, decidió actuar. Ella no era una de esas personas que se dedican a lamentarse por las esquinas. No, ella era de las que cogía el toro por los cuernos, aun a riesgo de recibir una estocada mortal.

Con la decisión tomada, se pasó todo el día moviendo cielo y tierra para poner su descabellado plan en marcha. Tuvo que implorar, amenazar, sobornar y hasta intercambiar fluidos, aunque esto último no le había supuesto ningún sacrificio. Ahora solo faltaba comunicar su idea a las demás integrantes del grupo. 

—Ya sé cómo asistiremos a la boda de Olivia —informó a sus amigas Nicole y Cameron.

La primera acababa de sorber una cantidad generosa de refresco y de la impresión se atragantó, escupiéndolo como una fuente en todas las direcciones. 

—¡Joder! Me has puesto la ropa perdida —protestó Lesley, y cogió un puñado de servilletas para limpiarse. 

Cameron, que había salido indemne de la lluvia azucarada, se desternillaba de la risa. Risa que contagió a sus amigas y a algún que otro curioso que había presenciado la escena. 

—¿Qué quieres decir? ¿Has conseguido hablar con Olivia? —preguntó Cameron con cautela, lo que provocó que las sonrisas de sus compañeras se congelasen en sus labios. 

Lesley las miró dubitativa. Al llegar al restaurante se encontraba optimista y segura del plan que había trazado. Sin embargo, una sensación de déjà vu la dominó. Habían estado en ese mismo establecimiento hacía más de año y medio planeando cómo drogar a su amiga en su despedida de soltera con el fin de que se desmelenara y se diera cuenta del grave error que estaba a punto de cometer.

Lo habían conseguido. Su amiga se soltó la melena, en Las Vegas conoció a su príncipe azul, Matthew, y se acostó con él. Al día siguiente no se acordaba de haberlo hecho y se casó con el sapo. Pero el incidente logró su cometido: tras la luna de miel despertó y se separó de Bryan. Tiempo después, el destino quiso que volviera a encontrarse con el príncipe y se casara con él. Todos hubieran sido felices y habrían comido perdices si Olivia no las hubiera despreciado al descubrir que la habían drogado a traición. 

—No he podido. La acompañaban dos pelirrojas que casi me muerden —farfulló irritada. 

Era consciente de la gravedad de sus actos y se arrepentía de haberle suministrado sustancias estupefacientes a su amiga sin su consentimiento, pero, a pesar del agravio, era incapaz de aceptar que una amistad de más de veinte años acabara así. 

—Te refieres a Nimue y a su tía Ivaine. Ambas están casadas con los mejores amigos de Matthew. Además, son ellas las que están organizando la boda. Será una ceremonia celta —informó Cameron con pesar—. Son escocesas y conocen el ritual —concluyó.

—Entonces, no lo entiendo. Si no has podido hablar con ella, ¿cómo es que vamos a estar presentes en la boda? —preguntó Nicole.

—Por eso os he citado aquí. He averiguado quién se encargará del catering y he conseguido que nos contrate como camareras. Una vez dentro, nos cambiaremos de vestuario y nos mezclaremos con los invitados —dijo con entusiasmo ignorando las caras largas de sus amigas—. No os preocupéis por nada, ya he sobornado al encargado de personal y él nos va a cubrir —añadió para suavizar la expresión de terror que se reflejaba en los rostros de sus compañeras.

—Estás mal de la cabeza si crees que vamos a participar en otra de tus locuras. ¿No tuviste bastante con lo que pasó? —dijo Cameron entre dientes. 

—Cameron tiene razón. Le hicimos demasiado daño a Olivia y nos merecemos su indiferencia —reconoció Nicole con pesar—. Le corresponde a ella dar el paso cuando esté preparada para perdonarnos. 

Lesley sintió que su ánimo se desinflaba como un globo. Había albergado la esperanza de que sus amigas la apoyaran. Deseaba con todo su corazón que volvieran a estar las cuatro juntas. 

—Sé que tenéis razón, lo que le hicimos fue una putada y no me cansaré de pedir perdón. Pero me niego a quedarme de brazos cruzados. Olivia es una persona con un gran corazón; sin embargo, le cuesta tomar decisiones. Como no le demos un empujoncito llegaremos a viejas sin reconciliarnos —insistió en un último intento de convencerlas. 

—No contéis conmigo —dijo Cameron de forma taxativa.

—Yo paso —dijo Nicole unos segundos después. 

Lesley aceptó la negativa de sus amigas con resignación y dio por concluida la conversación. No obstante, los engranajes de su mente seguían en marcha. Pensaba estar presente en la boda de Olivia y nadie se lo iba a impedir. 

El día de la boda había llegado y su plan iba viento en popa. Había tenido el cuidado de escoger un modelito con una tela que no se arrugara, ya que no poseía mucho espacio en el pequeño bolso con doble fondo que usaría para llevar el uniforme. Por suerte, la habían avisado de que todos los empleados de la empresa de catering serían cacheados en la entrada de la finca, momento en que les requisarían los móviles. Esto provocó que tuviera que endosarle un nuevo cheque al encargado, porque necesitaba su teléfono para inmortalizar uno de los días más importantes en la vida de su amiga. Bueno, en realidad no sería el suyo. Su compinche colaría en la mansión un smartphone sin tarjeta para que, en caso de ser localizado, no pudiera delatarlos. Además, el aparato le permitiría obtener una grabación de alta calidad y acceder a internet para comunicarse con su cómplice. 

Una vez salió de la ducha, se puso a plancharse el pelo, que tenía muy rizado. Su amiga Olivia solía decir que su melena era como ella: rebelde e indomable. El entrañable recuerdo provocó que sus ojos brillasen por las lágrimas contenidas. Tuvo que hacer un esfuerzo colosal para apartarlas, no tenía tiempo para lamentaciones. Aún le quedaba maquillarse y vestirse. En otro momento le daría igual, ya estaba acostumbrada a llegar tarde. Por más que corriera de un lado a otro hasta casi quedarse sin aliento, pocas veces conseguía ser puntual. 

—Eres la primera en llegar —dijo el encargado mirándola con ojos golosos. El tipo estaba como un queso y, si no tuviera una misión tan importante entre manos, no le importaría volver a llevárselo a un rincón oscuro. 

—¿Tienes lo que te pedí?  —preguntó de forma áspera para disuadirlo de su intento de ligársela. 

—Sí. Está en tu taquilla. También te he dejado un plano de la finca con los puntos ciegos donde podrás estar sin que las cámaras te graben. 

—Gracias. —Le dedicó una sonrisa deslumbrante y extendió la mano para recibir la pequeña llave enganchada a un plástico de color amarillo que llevaba la etiqueta con las iniciales de su nombre y apellidos. Falsos, por supuesto.

—No bajes la guardia. Hay muchísima seguridad en la propiedad. —La miró dubitativo y añadió con un tono firme—: Y no te olvides de que si te descubren estás sola en esto. 

Lesley asintió con la cabeza y se dirigió a la zona destinada a los trabajadores. 

La mansión estaba ubicaba en Beverly Hills. Contaba con más de mil ochocientos metros cuadrados de construcción al más puro estilo Tudor, sobre un terreno de dos hectáreas cuidadosamente diseñadas con los típicos jardines ingleses. Jardines que, en ese momento, estaban siendo utilizados para llevar a cabo la ceremonia. Por la información que Lesley había conseguido sonsacarle al jefe de personal, la finca pertenecía a la familia de las pelirrojas escocesas y la utilizaban los numerosos miembros del clan que, por motivos de trabajo, vivían entre Estados Unidos y Escocia. 

Su humor empezó a agriarse al pensar en las dos mujeres. Ellas eran las nuevas e inseparables compañeras de Olivia, eran sus suplentes en el corazón de su hermana del alma. Le dolía saberse excluida de los preparativos de la boda. Incluso a sabiendas de la gravedad de su error, se creía merecedora del perdón de su amiga. Por eso no se había dado por vencida y por eso se encontraba allí, en la zona de empleados, delante de la taquilla y a punto de coger el móvil y el plano que le permitirían cumplir su objetivo. 

Un murmullo cercano provocó que Lesley saliera corriendo sin saber con certeza qué dirección tomar. Su instinto de supervivencia la empujó a dirigirse en sentido contrario al de las voces, que cada vez se hacían más nítidas. Esa decisión la apartó del área destinada a los trabajadores y la expuso a ser descubierta por el personal de seguridad. Una vez más, su intuición entró en acción y la impulsó a abrir una de las muchas puertas distribuidas por el extenso y oscuro pasillo. Tras comprobar que la habitación estaba vacía, soltó todo el aire contenido. Se había librado por los pelos. 

Sin esperar ni un minuto más, echó el pestillo y sacó el plano. Por suerte, este le indicaba que había entrado en una de las estancias seguras. Ahora solo tenía que arreglarse y esperar el mensaje de su cómplice para poder aparecer en escena.  

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