Fragmentos, Cuando Dejes de Huir

Hola chic@s:

Aquí os dejo otro fragmento.
Un gran beso a tod@s y feliz día de Reyes.

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«Me toco el cuello. Siento un hormigueo en esa zona, como si un foco de luz estuviera justo en ese punto. Me doy la vuelta y le veo caminando en nuestra dirección. Está guapísimo con su traje gris estilo Slim Fit. Tiene un magnetismo y un carisma que hace que todos quieran estar a su lado. Es como el sol en un día nublado, cuando sale, nos cambia la energía, nos hace sentir vivos.
Hola, Raquel.Le da dos besos en las mejillas.
Hola, Héctor. Esta vez te has superado, el resultado es impresionante. Estoy segura de que será todo un éxito.
Gracias, Raquel. Eso espero, llevamos más de un año trabajando para que así sea. Tengo que darte las gracias por los contactos que me has proporcionado, han sido de gran ayuda.
Mientras habla con Raquel, no aparta la mirada de mí. Mirada que me aprisiona, que me hace desear cosas imposibles. No puedo respirar, me tiemblan las piernas, necesito salir de aquí…
Hola, Alicia murmura.
Hola respondo con un hilo de voz.
Me sujeta por el brazo y me da dos besos, uno muy cerca de la comisura de mi boca; sus labios son suaves y el contacto de su piel me pone los pelos de punta. Siento como el deseo corre por mis venas, encendiendo cada célula de mi cuerpo. Nos quedamos mirándonos, un segundo, una hora, yo que sé… ya no estoy en este mundo.
Estás muy hermosa, tenía muchas ganas de verte. Hay algunas personas con las que necesito hablar, pero después quiero estar contigo.
Me quedo sin palabras mirando como él se da la vuelta y se dirige a un grupo de hombres trajeados y muy elegantes.
—¡Dios mío! Esta vez no te escapas. Directo como una flecha. Ni coqueteo ni nada, me gustas nena, eres mía, vamos… directo a la cueva.
No le digo nada, estoy como ida, tengo tantos sentimientos encontrados.
—¿Qué te pasa Ali? ¿El gato te comió la lengua? Bueno, la verdad es que hay un gato, no, un gato no, un lobo feroz, que te quiere comer la lengua… y todo lo demás.   —Suelta una carcajada.
—¡Basta ya, Raquel! No me encuentro bien, quiero irme a casa.
—¡Ni loca nos vamos de aquí! Perdona, prometo que me comportaré. Ven, lo que tú necesitas es un poco de alcohol en la sangre.
Me coge del brazo y nos vamos en busca de más champán.

Le veo en el otro extremo de la terraza, está hablando con una morena despampanante, se le ve muy a gusto. Yo no pinto nada aquí, esa gente pertenece a otra liga. ¿Qué voy hacer cuando venga a hablar conmigo? Yo no puedo ni pensar cuando estoy cerca de él, mucho menos hablar. Tengo que largarme de aquí y cuanto antes mejor. No estoy preparada para lo que él me hace sentir, demasiada tensión sexual entre nosotros. Me están entrando ganas de llorar. Para una vez en la vida que encuentro a un hombre que me hace sentir mariposas en el estómago, tendré que huir de él como sí tuviera la peste. Veo como mi amiga hace señas a un chico alto y rubio, es muy guapo y está buenísimo, se nota que pasa el día en el gimnasio.
Ven. Te quiero presentar a una persona. Me arrastra, y nos vamos a su encuentro.
Hola, Miguel. ¡Qué sorpresa verte aquí! Me dijeron en el estudio que no volverías hasta el martes.
He podido solucionar todo antes de lo previsto. ¿No me vas a presentar a tu amiga?
Alicia, te presento a Miguel, es el nuevo socio del estudio. Miguel, esta es Alicia, mi mejor amiga.
Encantado de conocerte. Llevo varios meses escuchando tu nombre, te había imaginado de todos los colores. La espera a merecido la pena. Le dedico una sonrisa tímida, nunca sé lo que decir en esas situaciones.
Miguel, Alicia y yo vamos a buscar un lugar para sentarnos, no aguanto ni un minuto más de pie. Quieres…
Raquel no ha podido completar la frase. Héctor está de vuelta, le lanza a Miguel una mirada fulminante y se coloca a mi lado.
Hola, Héctor. Enhorabuena, el éxito del restaurante es absoluto le dice Miguel.
Gracias responde de mala gana.
El teléfono de Miguel suena, se disculpa, y se marcha.
He cumplido con mi trabajo de relaciones públicas, ahora estoy a vuestra disposición.
Mientras habla, tiene la mirada clavada en mí.
He reservado una mesa ¿Os apetece sentaros? dice mirándome a los ojos.
Asentimos las dos al unísono.
Coloca su mano en la parte baja de mi espalda y siento un delicioso cosquilleo bajando por mi columna vertebral hasta la punta de los pies. La mesa está en una de las esquinas de la terraza, más distante de las demás. Nos sentamos y él se sienta a mi lado, noto su pierna rozando la mía. Dios… que caliente estás, es como estar cerca de un brasero.
Bueno. ¿Qué os parece el lugar? ¿Habéis probado la comida?
El lugar es fantástico, sofisticado y moderno, pero a la vez romántico, me imagino aquí en primavera, tomando el sol, con un buen vino, unas tapas, es perfecto. Y la comida estaba exquisita.

Veo que te ha gustado, pues ya apuntaremos en la agenda para venir en primavera»

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