Fragmentos, Cuando Dejes de Huir
Hola chic@s:
Aquí os dejo otro fragmento.
Un gran beso a tod@s y feliz día de Reyes.
La novela está en venta en Amazon por 1,64€
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«Me toco el cuello. Siento un hormigueo en esa zona, como si un
foco de luz estuviera justo en ese punto. Me doy la vuelta y le veo caminando
en nuestra dirección. Está guapísimo con su traje gris estilo Slim Fit. Tiene un magnetismo y un carisma que hace
que todos quieran estar a su lado. Es como el sol en un día nublado, cuando
sale, nos cambia la energía, nos hace sentir vivos.
—Hola, Raquel. —Le da dos besos en
las mejillas.
—Hola, Héctor. Esta vez te has superado, el resultado es impresionante.
Estoy segura de que será todo un éxito.
—Gracias, Raquel. Eso espero, llevamos más de un año trabajando
para que así sea. Tengo que darte las gracias por los contactos que me has
proporcionado, han sido de gran ayuda.
Mientras habla
con Raquel, no aparta la mirada de mí. Mirada que me aprisiona, que me hace
desear cosas imposibles. No puedo respirar, me tiemblan las piernas, necesito
salir de aquí…
—Hola, Alicia —murmura.
—Hola —respondo con un hilo
de voz.
Me sujeta por el brazo y me da dos besos, uno muy cerca de la
comisura de mi boca; sus labios son suaves y el contacto de su piel me pone los
pelos de punta. Siento como el deseo corre por mis venas, encendiendo cada célula de mi cuerpo. Nos quedamos mirándonos,
un segundo, una hora, yo que sé… ya no estoy en este mundo.
—Estás muy hermosa, tenía muchas ganas de verte. Hay algunas personas
con las que necesito hablar, pero después quiero estar contigo.
Me quedo sin palabras mirando como él se da la vuelta y se dirige a un grupo de
hombres trajeados y muy elegantes.
—¡Dios mío!
Esta vez no te escapas. Directo como una flecha. Ni coqueteo ni nada, me gustas
nena, eres mía, vamos… directo a la cueva.
No le digo
nada, estoy como ida, tengo tantos sentimientos encontrados.
—¿Qué te pasa Ali? ¿El gato te comió la lengua? Bueno, la verdad es que
hay un gato, no, un gato no, un lobo feroz, que te quiere comer la lengua… y
todo lo demás. —Suelta una carcajada.
—¡Basta ya,
Raquel! No me encuentro bien, quiero irme a casa.
—¡Ni loca nos vamos de aquí! Perdona, prometo que me comportaré. Ven, lo que tú necesitas es un poco de
alcohol en la sangre.
Me coge del brazo y nos vamos en busca de más champán.
Le veo en el
otro extremo de la terraza, está hablando con una morena despampanante, se le
ve muy a gusto. Yo no pinto nada aquí, esa gente pertenece a otra liga. ¿Qué
voy hacer cuando venga a hablar conmigo? Yo no puedo ni pensar cuando estoy
cerca de él, mucho menos hablar. Tengo que largarme de aquí y cuanto antes
mejor. No estoy preparada para lo que él me hace sentir, demasiada tensión
sexual entre nosotros. Me están entrando ganas de llorar. Para una vez en la
vida que encuentro a un hombre que me hace sentir mariposas en el estómago,
tendré que huir de él como sí tuviera la peste. Veo como mi amiga hace señas a
un chico alto y rubio, es muy guapo y está buenísimo, se nota que pasa el día
en el gimnasio.
—Ven. Te quiero presentar a una persona. —Me arrastra, y nos vamos a su encuentro.
—Hola, Miguel. ¡Qué sorpresa verte aquí! Me dijeron en el estudio
que no volverías hasta el martes.
—He podido solucionar todo antes de lo previsto. ¿No me vas a
presentar a tu amiga?
—Alicia, te presento a Miguel, es el nuevo socio del estudio.
Miguel, esta es Alicia, mi mejor amiga.
—Encantado de conocerte. Llevo varios meses escuchando tu nombre,
te había imaginado de todos los colores. La espera a merecido la pena. —Le dedico una sonrisa tímida, nunca sé lo que
decir en esas situaciones.
—Miguel, Alicia y yo vamos a buscar un lugar para sentarnos, no aguanto ni un minuto más de pie. Quieres…
Raquel no ha
podido completar la frase. Héctor está de vuelta, le lanza a Miguel una mirada
fulminante y se coloca a mi lado.
—Hola, Héctor. Enhorabuena, el éxito del restaurante es absoluto —le dice Miguel.
—Gracias —responde de mala
gana.
El teléfono de
Miguel suena, se disculpa, y se marcha.
—He cumplido con mi trabajo de relaciones públicas, ahora estoy a
vuestra disposición.
Mientras habla,
tiene la mirada clavada en mí.
—He reservado una mesa ¿Os apetece sentaros? —dice mirándome a los ojos.
Asentimos las
dos al unísono.
Coloca su mano
en la parte baja de mi espalda y siento un delicioso cosquilleo bajando por mi
columna vertebral hasta la punta de los pies. La mesa está en una de las
esquinas de la terraza, más distante de las demás. Nos sentamos y él se sienta
a mi lado, noto su pierna rozando la mía. Dios… que caliente estás, es como
estar cerca de un brasero.
—Bueno. ¿Qué os parece el lugar? ¿Habéis probado la comida?
—El lugar es fantástico, sofisticado y moderno, pero a la vez
romántico, me imagino aquí en primavera, tomando el sol, con un buen vino, unas
tapas, es perfecto. Y la comida estaba exquisita.
—Veo que te ha gustado, pues ya apuntaremos en la agenda para venir
en primavera».
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