Fragmentos "El despertar de Olivia"

Hola chic@s, buenas noches.
Llevo una eternidad sin subir nada en el blog, estaba liada terminando mi próxima novela. Muy pronto os iré contando las novedades. Mientras tanto subiré fragmentos de mi anterior trabajo "El despertar de Olivia", a ver que os parece. Un abrazo enorme a tod@s.



Olivia es una chica tranquila y algo tímida que cree haber encontrado la felicidad en los brazos de Bryan, un hombre guapo e inteligente con el que, por fin, verá su sueño hecho realidad.
Matthew es un soltero empedernido de treinta y cuatro años que ha conseguido compaginar las dos cosas que más le apasionan: el deporte de aventuras y el trabajo.
Un regalo envenenado de sus mejores amigas provoca que el camino de Olivia se cruce con el de Matthew, y este encuentro hará que sus vidas den un giro de ciento ochenta grados.
Ninguno de los dos estaba preparado para lo que sucedería pero, si quieren ser felices, tendrán que enfrentarse a sus miedos, a las manipulaciones y a las mentiras que les rodean. Y, lo más importante, deberán quitarse la venda de los ojos y aprender a ver con el corazón.
¿Podrán superar las adversidades para vivir una verdadera historia de amor?

Si quieres reír, amar y temblar de pasión tendrás que adentrarte en las páginas de El despertar de Olivia.



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Capítulo 1



Olivia Young no tenía la seguridad de estar haciendo lo correcto. Temía verse arrastrada por las locuras de sus amigas. Las conocía muy bien. Se habían hecho inseparables en Infantil y, diecinueve años después, todavía seguían juntas. Habían compartido travesuras, secretos, alegrías, lágrimas y algún que otro novio, lo que provocó enfados en el grupo. Pero, gracias al poder de la amistad, habían conseguido superar los obstáculos y mantenerse unidas.
Por eso, y a pesar de ir en contra de su naturaleza tranquila, Olivia se enfrentó a sus padres y a su prometido, y se dejó llevar por lo que le pedía el corazón, además de por lo que le suplicaban sus amigas, Lesley, Nicole y Cameron. Tres chicas de veintidós años, como ella, pero con personalidades totalmente diferentes. Ellas eran impulsivas, alocadas y un poco irresponsables, en fin, jóvenes llenas de vida y con ganas de disfrutar todas las experiencias que se les presentasen por el camino.
Olivia era lo opuesto a sus amigas. Era tranquila, algo tímida y poseía un carácter conciliador. Hacía lo que fuera con tal de evitar las peleas y el mal rollo. Ella todavía no se había dado cuenta de que ese carácter había sido moldeado desde pequeña por la estricta educación que le habían impuesto sus padres. Pero, por primera vez en su vida, algo la había impulsado a pelear por lo que quería porque, en realidad, nunca había deseado algo con tanta fuerza.
Se casaba dentro de tres semanas, el veintiséis de mayo, con el hombre de su vida. Un hombre guapo, atento, inteligente, perfecto. Se llamaba Bryan Hayes, y era reportero deportivo en una importante cadena de televisión en Burbank, una ciudad de Los Ángeles. Llevaban tres años juntos. Lo había conocido en una fiesta en la casa de unos amigos de sus padres y había sido un flechazo. Él le llevaba siete años, detalle que no le importó; al contrario, esto fue justo lo que más la atrajo. Olivia era mucho más madura que los chicos de su edad y con él no se sentía fuera de lugar.
Con motivo de su inminente boda, sus amigas le habían preparado su despedida de soltera nada menos que en la ciudad del pecado, en la ciudad donde todo era posible, Las Vegas. Tres días de juerga, alcohol y sexo, menos para Olivia, porque ella jamás traicionaría al hombre de su vida. Hombre que se estaba retorciendo de ira por su viaje. A él no le gustaban sus amigas, tenía miedo de que ellas interfirieran en sus planes. Pero como sus días de libertad estaban contados, había optado por permitirle esta última escapada. A Bryan le divertía que ella pensara que iba porque así lo había decidido, pero nada más lejos de la realidad.
Él controlaba hasta el aire que respiraba y, una vez casados, se encargaría de ponerla en el camino correcto.
—Olivia, tus amigas te esperan abajo —le dijo su madre al entrar en la habitación.
—Ya estoy terminando.
Olivia corría de un lado a otro, comprobando si había metido todo lo necesario. Todavía le costaba creer que se iba con sus amigas, en contra de la opinión de su novio y de su progenitora. Los dos, como siempre, se habían puesto de acuerdo para oponerse a su criterio. Bueno, su madre, en realidad, con lo que estaba disconforme era con que le llevara la contraria a su futuro marido.
—No te vayas a comportar como tus amigas. Ellas están solteras y tú te casas en tres semanas. No lo olvides, Olivia, intenta que no tengamos que avergonzarnos de ti —le pidió su madre.
—No te preocupes, mamá. No haré nada que pueda comprometer mi futuro con Bryan. Lo amo demasiado —dijo para tranquilizarla.
Roxana, su madre, era la típica ama de casa entregada a su hogar, a su marido y a educar a sus hijos, Olivia y Isaac, de veintidós y veinticinco años, conforme a unas estrictas normas de buena conducta que, a la vez, estaban influenciadas por la opinión ajena. Esta había estado siempre por encima de las necesidades de sus hijos y de las suyas propias.
Mientras su madre la ayudaba a terminar de preparar la maleta, sus amigas la esperaban impacientes en el coche.
—Nicole, ¿has conseguido lo que te pedí? —preguntó Lesley, la más alocada de las cuatro, con expectación. Tal vez por eso el carácter de Olivia le provocaba sentimientos encontrados. La adoraba, pero su bondad la hacía sentir peor persona.
—Sí, he tenido que sobornar al amigo de mi hermano —dijo con una sonrisa de suficiencia al pensar en lo fácil y placentero que había sido convencerlo.
—Esto es una locura, no creo que debamos seguir con ese plan —comentó Cameron con verdadera preocupación.
Ella pensaba como las demás. Olivia no debería casarse tan joven y mucho menos con el cerdo de Bryan. No había tenido el valor de contarle que lo había visto besándose con otra; tampoco a las demás, porque seguro que se irían de la lengua. Su amiga estaba cegada de amor y lo único que conseguiría con la verdad era apartarla del grupo. Sin embargo, esto no justificaba lo que tenían intención de hacer.
—Hay que emplear un tratamiento de choque para que Olivia abra los ojos de una puñetera vez —afirmó Lesley con total convicción.
Las tres se quedaron en silencio, lidiando una batalla ética consigo mismas. Todavía no eran conscientes de la gravedad de lo que estaban dispuestas a hacer y aún menos de las consecuencias que podrían acarrear sus actos.
—¿Qué caras son estas? Parece que vamos a un velatorio —dijo Olivia entrando en el coche tras haber dejado sus pertenencias en el maletero del SUV de Lesley.
Ellas acallaron la voz de sus conciencias y dibujaron una sonrisa de circunstancia en sus caras.
—Tened cuidado, chicas. Nada de hacer el viaje de vuelta por la noche y, por favor, parad en Barstow para descansar. ¡Ah, Olivia, llámame en cuanto pongas un pie en el hotel! —alecciona Roxana a las chicas.
Olivia puso los ojos en blanco y sus amigas hicieron oídos sordos a sus palabras. Subieron la música a tope y pusieron rumbo a Las Vegas por la I-15 N.
Dos horas después, y haciendo una excepción al cumplimiento de las normas de Roxana, decidieron detenerse en Barstow Station.
—Deja el móvil, Olivia. No vas a llamar a Bryan, nos has prometido que estos tres días serían solo para nosotras —la regañó Nicole al tiempo que le cogía el aparato.
—Tengo que llamar para decirle que va todo bien. Me lo ha pedido —se defendió Olivia.
«Más bien me ha exigido que lo llamara antes de salir de casa, durante el trayecto, al llegar al hotel, antes de acostarme, al levantarme. Resumiendo, que le haga un informe detallado de mis actividades, pero eso no se lo voy a contar. Intentaré hacerlo a escondidas», pensó Olivia para sus adentros.
—Ya está. ¿Ves que simple? —le dijo Nicole tras enviar un mensaje de cuatro palabras al pesado del prometido de su amiga.
Olivia miró con resignación la pantalla que le enseñaba. No estaba mal, aunque ella hubiera añadido un te quiero y un te echo de menos.
«Tengo que darles la razón en esto. Es mi despedida de soltera, mi última escapada antes de ser una mujer casada. No está bien que él me controle de esta manera. No puedo relajarme, es como tenerlo a mi lado».
—¡Qué ganas tengo de llegar! Nos lo vamos a pasar de puta madre, chicas. Pero antes tenemos que ponernos de acuerdo en algo —informó Lesley—. Yo me tiraré a los morenos, ya sabéis que son mi perdición. Ahora poneos vosotras de acuerdo, no quiero que nadie cace en mi territorio —concluyó. Quería así garantizar sus posibilidades, porque de las cuatro era la menos agraciada. Sin embargo, lo que le faltaba en atractivo lo superaba con su ingenio.
—Yo con los castaños de ojos verdes —se apresuró en decir Nicole.
—Qué fácil me lo habéis puesto chicas. Ja, ja, ja. Yo me quedaré con todos los demás —dijo Cameron pensando en sus infinitas posibilidades.
—No tan rápido, guapa. Falta Olivia —añadió Lesley. Había que empezar a plantar la semilla en la mente de su amiga y esta tenía que florecer muy rápido, porque ya no les quedaba mucho tiempo.
—Ni hablar. Yo jamás traicionaría a Bryan. Además, ¿no crees que ya somos mayorcitas para estos juegos? —afirmó Olivia categórica.
—Pues yo considero más inmaduro el hecho de que hayas tenido tu primera relación sexual sin usar preservativo ni tomar la píldora. Podrías haberte quedado embarazada a los diecinueve. Así que deja de ser aburrida y entra en el juego —dijo Nicole contrariada.
Solo de pensar en esa posibilidad le entró un escalofrío. Su amiga tenía razón, en muchas cosas era más inmadura que ella. Pero la idea de traicionar a Bryan era impensable. Durante los tres años de noviazgo jamás había mirado a otro hombre, él era todo lo que siempre había soñado. Y por nada en el mundo pondría en juego su futuro con él. Su matrimonio sería feliz. Había deseado toda su vida ser importante para alguien y lo había conseguido con él.
—No le hagas caso a Nicole, ya sabes cómo es con ese tema. Solo pedimos que fantasees un poco. Si no estuvieras comprometida, ¿cuál sería tu prototipo? —insistió Lesley dispuesta a llevar su plan hasta las últimas consecuencias.
Su mente se llenó de imágenes de Chris Hemsworth en su última película, Thor: Ragnarok. Por alguna razón que no podía explicar, había algo en él que la ponía a cien. Lo consideraba jodidamente sexy.
—Rubio, treinta y cuatro años, ojos azules y complexión fuerte —dijo Olivia sin pensarlo.
—Pero si es un viejo —gritó Nicole horrorizada.
Para su amiga el límite estaba en veintiséis, veintisiete como mucho. Los que superaban esa edad los consideraba vejestorios.
Tras un rato de discusiones, como si estuvieran decidiendo el destino de la humanidad, decidieron que pondrían Las Vegas patas arriba hasta encontrar al hombre que encajara con las fantasías de Olivia.
Entre risas y llenas de expectativas volvieron a la carretera cantando a pleno pulmón Love Me Like You Do de Ellie Goulding.

Mientras Olivia y sus amigas seguían con su viaje, Bryan acudía a la casa de su amante, con la que llevaba cuatro años. Una morena explosiva que compartía sus mismos gustos sexuales.
—No sé por qué te casas con esa mojigata. Estoy segura de que ella no te hace esto —dijo la chica con desparpajo a la vez que introducía uno de sus testículos en la boca y lo chupaba con la intensidad necesaria para volverlo loco de placer.
«Por supuesto que no, para eso te tengo a ti. La función de Olivia en mi vida no es otra que proporcionarme un matrimonio perfecto de cara a la galería y con ello poder conseguir mis objetivos en la empresa. El viejo ha mostrado su predilección por aquellos que tienen una familia tradicional, y yo pienso ganarme su admiración y, además, el puesto de presentador principal. Por eso me caso con esa mosquita muerta, por eso la escogí. La estoy moldeando a mi gusto y, después del matrimonio, mi madre me ayudará a convertirla en una esposa perfecta. Sumisa, silenciosa y que agradezca las migajas que le iré dejando como premio por su buen comportamiento. Casi me da pena».
Estos eran los planes de Bryan para Olivia. Sin embargo, había un plan mucho mayor que el suyo que había puesto en marcha una fuerza invisible mucho más poderosa: el destino. Esa fuerza en la que muchos no creen pero a la que, en un momento u otro, a lo largo de la vida tienen que hacerle frente.

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