Fragmentos " El despertar de Olivia"
Hola chic@s!!
Os dejo otro fragmentos de "El despertar de Olivia", espero que os guste. Un abrazo enorme a tod@s.
Os dejo otro fragmentos de "El despertar de Olivia", espero que os guste. Un abrazo enorme a tod@s.
Olivia es una chica tranquila y algo tímida que cree haber encontrado la felicidad en los brazos de Bryan, un hombre guapo e inteligente con el que, por fin, verá su sueño hecho realidad.
Matthew es un soltero empedernido de treinta y cuatro años que ha conseguido compaginar las dos cosas que más le apasionan: el deporte de aventuras y el trabajo.
Un regalo envenenado de sus mejores amigas provoca que el camino de Olivia se cruce con el de Matthew, y este encuentro hará que sus vidas den un giro de ciento ochenta grados.
Ninguno de los dos estaba preparado para lo que sucedería pero, si quieren ser felices, tendrán que enfrentarse a sus miedos, a las manipulaciones y a las mentiras que les rodean. Y, lo más importante, deberán quitarse la venda de los ojos y aprender a ver con el corazón.
¿Podrán superar las adversidades para vivir una verdadera historia de amor?
Si quieres reír, amar y temblar de pasión tendrás que adentrarte en las páginas de El despertar de Olivia.
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Continuación del capítulo 1
Matthew
Cleveland era un soltero empedernido de treinta y cuatro años que amaba su
estilo de vida y estaba dispuesto a defenderlo a toda costa de las artimañas de
su padre para emparejarlo. Su progenitor era el dueño de una importante cadena
de televisión en Los Ángeles, y desde que había perdido a su hermano gemelo de
un paro cardíaco hacía dos años estaba obsesionado con cambiarle el estado
civil. Según su progenitor, le podía pasar lo mismo en cualquier momento y,
antes de que sucediera, quería ver a su único hijo y heredero casado y con
hijos. A pesar del amor y respeto que le profesaba, no estaba dispuesto a
ceder. Todavía le quedaban unos años de aventura viajando por el mundo.
Su móvil sonó y
lo sacó de sus cavilaciones.
—Hola, hermano.
Steve y yo nos vamos a Las Vegas esta tarde. ¿Te apuntas? —le preguntó su amigo
Bruce nada más descolgar.
—Hola. ¿Vais
por trabajo? —inquirió antes de aceptar la invitación.
—Sí, un magnate
del petróleo que acaba de comprar un casino nos ha invitado para hablar de
negocios mientras disfrutamos de un fin de semana de lujo con todos los gastos
pagados. ¿Qué me dices?
—Estoy dentro.
¿A qué hora salimos?
—Te recojo a
las cinco. Vamos en el jet de la
empresa —le comunicó.
Era justo lo
que necesitaba hasta que tuviera otra expedición en marcha. Este año le estaba
costando más de la cuenta encontrar el sitio ideal. El año pasado había hecho rafting en el tramo conocido como Commercial
Suicide, en el río Zambeze, uno de los más salvajes de África. Había
sido una aventura brutal, por eso la siguiente tendría que ser superior. Sus
seguidores no se contentarían con menos.
Matthew no
perdió tiempo y preparó su maleta con una sonrisa llena de intenciones en los
labios. No era un hombre que cada día estuviera con una mujer diferente, pero
desde que lo había dejado con Samantha, hacía un mes, no había estado con nadie
más. Y, como decían las malas lenguas, Las Vegas era la ciudad del pecado y él
pensaba pecar mucho este fin de semana.
Un par de horas
después, sus amigos pasaron a recogerlo. Los dos eran socios en una importante
empresa informática. Se habían conocido en la universidad y desde entonces
habían forjado una sólida amistad. Los consideraba los hermanos que nunca tuvo.
—¿Qué tal van
las cosas con tu viejo? —preguntó Steve una vez instalados en el avión camino
al estado de Nevada.
—Sigue igual.
Empecinado en convertirme en un hombre de provecho —se desahogó fastidiado.
—Creo que tu
padre tiene razón. Ya va siendo hora de que te sientes cabeza. No está tan mal,
amigo. Ivaine y Paul son lo mejor que me ha pasado en la vida —confesó su
amigo, que llevaba cinco años felizmente casado y acababa de estrenarse como
padre.
—No, gracias.
Estoy muy bien así —respondió con seguridad.
Mientras su
padre siguiera siendo el presidente de la cadena de televisión, él pensaba
continuar disfrutando de su libertad. Tal vez de forma inconsciente había
condicionado su soltería a la dirección de la compañía. Su viejo esperaba que
lo sustituyera cuando se jubilase y Matthew había aceptado de buen grado su
destino, le encantaba ese mundillo. Sin embargo, mientras ese día llegaba, su
progenitor le había dado carta blanca para vivir la vida como le apeteciera.
Estaba tranquilo, pues sabía que el día que lo convocara, su hijo no le
defraudaría.
—Entonces no te
molestará saber que tu ex está saliendo con otro y que luce un anillo de
compromiso con un pedrusco de dimensiones exorbitantes —dijo su amigo Bruce.
—En lo más
mínimo. Hemos cortado justo por eso, ella quería que avanzásemos en la relación
y yo quería que siguiéramos como estábamos. Hemos sido sinceros el uno con el
otro.
Llevaban un año
y medio juntos y estaba encantado. Le gustaba estar con ella, era divertida y
nunca se quejaba de sus constantes viajes. Él amaba el deporte de aventura y
gracias al apoyo de su padre había podido compaginar su afición con el trabajo,
porque sus locuras alrededor del mundo se convertían en documentales para un
programa de la cadena. Además, había sabido sacar partido de su notoriedad
creando su propia marca de equipamientos y ropa deportiva, un emprendimiento
que le había reportado millones de dólares.
Lo único que le
molestaba de su ruptura era que sería otro idilio más que terminaba por el
mismo motivo. Ellas le decían que estaban de acuerdo con una relación exclusiva
que nunca llegaría al altar. Sin embargo, a la primera de cambio le pedían que
les pusiera un anillo en el dedo.
—Creo que yo
seré el siguiente en convertirme en un hombre respetable. He conocido a una
chica que me tiene encandilado —comentó Bruce.
A Matthew se le
encogió el estómago al ver la cara atolondrada de su amigo.
«Lucharé lo que
haga falta, pero nunca pondré esa cara», pensó al tiempo que cogía la copa de
champán que le ofrecía la azafata.
—Qué escondido
lo tenías. ¿La conocemos? —preguntó Steve con curiosidad.
—Sí, y no me
pegues un puñetazo cuando te diga quién es —respondió arrepentido de haber
abierto la boca.
—¡Joder! No me
puedo creer que te hayas liado con la sobrina de mi esposa. ¡Estás loco, es una
cría! —gritó Steve al acordarse de las miraditas que su amigo dedicaba a Nimue,
una chica de veinte años protegida y cuidada por todo un clan escocés. Su amigo
era hombre muerto.
—Esta vez has
metido la pata hasta el fondo, amigo mío. Nunca imaginé que la crisis de los
cuarenta te afectaría tan pronto —dijo Matthew sin poder evitar la oportunidad
de provocarlo.
—Menudo amigo
estás hecho —contestó Bruce indignado—. El amor no tiene edad. Ojalá te pase lo
mismo.
—Imposible,
jamás me fijaría en una chica tan joven. Me gustan las mujeres hechas y
derechas —afirmó con seguridad.
Matthew lo
tenía claro. A él le gustaban las mujeres de carrera, las que sabían lo que
querían y que no dependían de él ni en el plano económico ni en el emocional.
O, tal vez, había escogido este tipo de mujer para mantenerse alejado del
compromiso.
Una duda
repentina lo asaltó.
—Mi mujer te va
a matar y después me matará a mí —dijo Steve con un amago de sonrisa.
Todavía no lo
sabían, pero pronto descubrirían que sus palabras eran premonitorias. Cuando su
esposa se enterara de que su sobrina estaba embarazada de dos meses no iban a
encontrar un sitio sobre la faz de la tierra donde esconderse.
Los amigos
prefirieron brindar y dejaron el ajuste de cuentas para la familia de la futura
novia.
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