El amor no pide permiso
Hola chic@s:
Como ya sabéis mi segunda novela " El amor no pide permiso ya está disponible en Amazon, y para aquell@s que todavía no la conocen estaré publicando pequeños fragmentos. Espero que os guste y que queráis saber el desenlace. Un beso grande a tod@s.
Capítulo 1
Como ya sabéis mi segunda novela " El amor no pide permiso ya está disponible en Amazon, y para aquell@s que todavía no la conocen estaré publicando pequeños fragmentos. Espero que os guste y que queráis saber el desenlace. Un beso grande a tod@s.
Fragmentos:
Capítulo 1
El impresentable de mi exmarido, Roberto, me ha citado en
su casa con carácter urgente. Y yo estoy histérica por no tener ni la más
mínima idea del porqué de nuestra reunión, él no ha querido adelantarme nada.
Estoy segurísima de que para hablar de los niños no es, ya que pasa mucho de
los días de visita que le corresponden. Tampoco creo que quiera aumentarme la
pensión. Nunca le ha importado que yo no tuviera lo suficiente para sufragar
los gastos de la casa. A lo mejor es eso, ahora que sabe que yo he heredado una
buena suma de dinero querrá dejar de pasarme la manutención. Para Roberto todo
se resume en dinero.
Todavía no entiendo cómo he podido dejarme llevar por su
chantaje emocional, no tenía que haber aceptado su invitación. Como tampoco
tenía que haberme casado con él. Y lo que es peor, ¿cómo he podido estar casada
con él durante casi seis años? Debía de estar bajo la influencia de un conjuro
maligno para pensar que lo amaba y que era una mujer afortunada por tenerlo
como marido. ¡Puaj!, qué idiota he sido. Suerte que se me cayó la venda, al
final tendré que agradecerle el haberme humillado y reído de mí delante de su
secretaria; de lo contrario, a saber cuántos años más hubiera estado viviendo
esa farsa.
Llevo un buen rato mirando mi armario sin saber qué
ponerme. Finalmente me decanto por un vestido negro, elegante y discreto, no
quiero que él piense que estoy intentando impresionarlo. Al mirarme en el
espejo me quedo contenta con el resultado. Cojo el bolso y las llaves de mi
nuevo coche, y me despido de mis tesoros. Aún me cuesta acostumbrarme a mi
nueva vida, ahora ya no tengo que contar monedas. He pagado todas las facturas
que estaban pendientes, he contratado a una chica para que me ayude con las
tareas del hogar, y he comprado el coche de mis sueños. Todo esto gracias a la
generosidad de mi hermana, que ha decidido renunciar a su herencia y la ha
repartido entre mamá, los niños y yo.
Nuestra madre estaba muy disgustada con las constantes
negativas de Alicia para ir a visitar a nuestro moribundo tío, y la cosa se
complicó con su muerte. Ella no aceptó que Alicia fuera nombrada su única
heredera, no después de tantos años de total dedicación por su parte, y desde
ese día se ha ido distanciando de nosotras. Solo espero que el dinero no sea el
culpable de su indiferencia.
Estoy delante del lujoso edificio de Roberto y ya llevo
varios minutos con el dedo en el telefonillo, pero no soy capaz de apretar el
botón. No debería de haber venido. Tras pensar unos segundos más, hundo el
dedo.
─Roberto, soy Helena, abre ─le digo en tono frío.
Tomo el ascensor hasta la octava planta, respiro hondo y
llamo a su puerta. La abre al instante y me quedo impresionada con su aspecto.
Está ojeroso, lleva barba de unos días y parece estar más delgado.
─Hola, entra. Estás muy guapa ─me dice en tono baboso.
─Gracias. ─No puedo devolverle el cumplido, porque si no
tendría que decirle «y tú estás hecho un desecho», pero calladita estoy más
guapa, ¿verdad?
─¿Con quién has dejado los niños?
─He contratado a una ayudante, se llama Eva, y cuando lo necesito
se queda el fin de semana ─le digo sin muchas ganas de continuar con ese
diálogo sin sentido, mejor vamos directo al grano─. ¿Qué es eso tan
importante que tenías que decirme?
─Ven. Vamos a comer primero, mientras tanto me vas contando
cómo están los nenes. Echo de menos la rutina diaria que teníamos.
No me está gustando para nada el rumbo que está tomando esa
conversación. Lo sigo hasta el comedor y lo ayudo a terminar de poner la mesa.
Comeremos Risotto alla Parmigiana hecho por Roberto, siguiendo
una receta familiar de mi fallecida exsuegra, era italiana. Procuro mantener la
calma y le cuento las últimas peripecias de nuestros hijos. En el transcurrir
de la cena lo miro atentamente y no soy capaz de entender cómo diablos he
podido pensar en algún momento que él era guapo. Tiene el pelo lacio y sin
estilo, la nariz es demasiado grande y los labios demasiado finos, y, ahora que
lo miro bien, tiene unas orejas espantosas, parece un gremlin. ¡Dios!, tengo que contar hasta diez para no empezarme a
reír.
─Cuéntame, ¿cómo te va la vida? ─le pregunto por
curiosidad, sofocando así la imagen que estaba construyendo de él en mi cabeza.
Nos dirigimos al salón y espero atentamente su respuesta.
En el fondo tengo curiosidad por saber si todavía sigue con su secretaria.
Antes de que recuperara la razón, y después de haberme enterado de su traición,
Roberto me convenció de que ella le daba lo que, según él, yo no le
proporcionaba. Me hizo sentirme insignificante e inútil, además me acusó de no
apoyarlo en sus proyectos profesionales, mejor dicho, en sus ambiciones.
Roberto es farmacéutico colegiado y actualmente trabaja como director general
en uno de los almacenes de distribución de fármacos más importantes de España.
Su meta es hacerse con el cincuenta por ciento de la empresa cuando se jubile
uno de los socios propietarios.
─De mal en peor… ─me dice con voz baja y se aproxima
peligrosamente.
Me aparto y, por un instante, me inunda una insana
satisfacción. No soy mala persona, pero Roberto me ha hecho demasiado daño.
─Te extraño. Quiero recuperarte, quiero recuperar a mi familia
─me dice y me coge de la mano.
Me libero de su toque, y siento como si me quemara la piel.
No sé qué diablos hago aquí todavía.
─Lo siento, Roberto, pero en mi vida ya no hay cabida para
ti. Lo nuestro se ha acabado definitivamente.
Cierra los ojos y cuando los abre su mirada es de dolor y
arrepentimiento. Sin embargo, no pienso suavizar las cosas, no voy a pasar la
mano en su cabeza por pena, eso es lo que hay, él se lo ha buscado. Ahora es
demasiado tarde para el arrepentimiento.
─Tienes que darme otra oportunidad, yo te sigo queriendo.
Te juro que me arrepiento mucho del daño que te causé. Jamás debí de engañarte
y humillarte como lo hice ─me dice e intenta atraerme a sus brazos.
Me levanto, casi saltando, por el respaldo del sillón. Ni
muerta voy a permitir que me bese.
─Roberto, nada volverá a ser como antes, yo he cambiado, tú
has cambiado. No puedes querer recuperar algo que ya no existe. Creo que es
mejor que me vaya. Adiós.
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